Tu vida no es únicamente aquello que has visto y estás viendo, tú no eres este cuerpo con el que te desplazas por la vida y que vistes cada mañana. Dentro de ti hay un mundo maravilloso por descubrir, y te invito a conocer el proceso para llegar a él, si es que no lo has hecho todavía.
Este libro es una guía para que tú puedas interiorizar y entender cuáles son las claves que puedes usar para ordenar tu pasado y las emociones y patrones que te genera, tal como lo hice yo.
Vas a descubrir en pocas páginas lo que yo tardé en ver en muchos años, décadas, mejor dicho. Te introduciré en tu camino al mismo tiempo que te explico el transcurso del mío, de cómo YO sané mis heridas de la infancia y cómo tú, siguiendo la misma metodología, también lo puedes hacer.
CAPÍTULO 1. MI HISTORIA
Olvídate de lo que crees no tener, tú eres lo que necesitas.
Eva Aixelà
Mis días se habían convertido en tediosos y con una rutina que me hacía infeliz, vivía con inseguridad, descontrolada y muy estresada a voluntad propia.
Me sentía muy cansada, sin energía, trabajaba diez horas al día con un montón de responsabilidades: cuarenta personas a mi cargo, la producción, proyectos varios durante años…Pero, sobre todo, descubrí que realmente me agotaba seguir la línea que me marcaba la empresa en cuanto a cómo debía actuar, y no porque fuese incorrecta, sino porque chocaba conmigo y no estaba cumpliendo con mi misión desde el corazón. Y te aseguro que este es suficiente detonante para que tú no te sientas bien actualmente. Esa manera de actuar a contra corriente era algo que me iba llenando de malestar, ya que el camino que llevaba años transitando no estaba totalmente alineado con mi misión, mi esencia, y la parcela que cubría cada vez me parecía más insignificante y más alejada de mi bienestar y de mi reconexión.
Ahí fue cuando vi claramente que yo misma no me estaba escuchando y descubrí los motivos reales de estar claudicando ante mi corazón: mi inseguridad generada por mi herida de la infancia y el miedo a salir de la zona de confort, a enfrentarme a lo que mi interior me estaba pidiendo a gritos: SER YO MISMA, CUMPLIR CON MI MISIÓN SIN LÍMITES.
La sanación y el soltar esas losas que iba cargando hacía décadas no fue rápida ni fácil. Todo comenzó con la práctica del yoga, lo había estado postergando y ahora sé por qué.
Dar ese paso ya era el inicio de salir de la zona de confort y, aunque mi corazón me lo estuviese pidiendo a gritos, yo no escuchaba, me emperraba a no hacerme caso a mí misma, no me permitía sanar porque esa herida del pasado me había superado tanto que mi objetivo inconsciente era: no hagas nada que te pueda sacar de esta macabra zona de confort.
¡Fua! Ahora, visto con el tiempo, me parece alucinante ver cómo, a lo largo de una vida (que podría ser la tuya), una tiene tantos mensajes del corazón clarísimos y cómo los vamos anulando, relegando, hasta el punto de que acaban ahogándose en sus propias lágrimas de dolor, las mismas que derramaba yo cuando me sentía agotada, descontrolada y sin ganas de repetir otro día igual.
Y tengo más ejemplos como este de gritos de SOS de mi ESENCIA, esos que yo anulaba y tapaba para seguir dando cobijo a mi actitud negativa, a mis bucles mentales y a mi auto exigencia, la cual nunca quedaba satisfecha porque, evidentemente, si estás mal y nadando a contracorriente en tus bucles, es imposible llegar al final y descansar.
La negatividad, la zona de confort, las heridas emocionales son como aludes.
La bola de nieve va rodando y aumentando de tamaño, se va alimentando de la repetición de tus pensamientos, del acumulado de tus días infelices, de las experiencias que se generan a raíz de tu estado, y si no logras despertar a tiempo, ese alud te arrasa sin piedad. Este es el momento en que muchas mujeres se sumen en la depresión, estrés, ansiedad, insomnio y muchas otras «enfermedades» originadas por la forma de vivir e interpretar la vida.
Debo decirte que yo, como máximo, sufrí insomnio, el cual, además de ser un efecto secundario clarísimo de mi estado mental, fue un peso más para mi sensación de impotencia conmigo misma.
No descansar como es debido agota y enturbia más la mente.
Nunca llegué a medicarme, y supongo que la explicación a no llegar a estar peor es que, al final, desperté. Es imposible saber si habría logrado sostener mucho más ese estado en mi vida y como me habría acabado afectando, lo único que sé es que me sentía infeliz y que esa auto exigencia y sordera ante mis necesidades reales me originó vivir lo peor de mí.
Lo bueno de todo esto es que, al iniciar ese trabajo conmigo misma a través del yoga, fue como abrir una caja que había estado cerrada con combinación durante mucho tiempo, y el código, evidentemente, era la palabra «YO». Con ese primer paso, mi esencia, mi corazón, encontró la rendija suficiente para colarse en forma de humo sanador y, aunque salía lentamente por la primera grieta que abrí, fue inundando mi cuerpo lentamente con la máxima eficacia.
Estoy tan agradecida de ese momento…
Te estarás preguntando: ¿y cómo se abre esa primera grieta sino te estás escuchando?¿Cómo puedo tener ese detonante positivo en mi vida y escucharlo desde esa actitud de letargo?
En mi caso, ya había hecho alguna sesión de yoga en la juventud, pero ahora entiendo que mi inconsciente, creado a raíz de mis heridas, buscó alguna excusa para distraerme y que no llegase a asistir a clases, y claro, le hice caso. Llenaba el tiempo trabajando mucho y estresándome, para luego no tener energía para iniciar un proceso sanador que podía, sin duda, generar el gran cambio en mí.
Tu inconsciente y tu zona de confort son muy potentes, y se van a salir con la suya si tú no te pones en serio y te cargas de razones y fuerza para lograr salir de allí.
Un día, mi hija me comentó que le gustaría apuntarse a yoga para mejorar su concentración y relajación, y me pidió que la acompañase a clases, pues ella no quería asistir sola. Y, ¡voilà!, ahí estuvo mi motor, aquella señal que no dejé pasar. Me pareció súper beneficioso para ella que practicase yoga (sin ser consciente de cómo de urgente era para mí) y me apunté para acompañarla, y claro, era lo que mi ESENCIA llevaba años gritando, y yo acallando.
Al oír el mensaje en boca de mi hija, no lo dudé, lo vi clarísimo, no podía dejar pasar una señal tan poderosa. El universo encontró la manera de llegar a mí, y si tienes hijos, ya sabes que no hay nada tan potente como su bienestar, y en este caso, también entraba en juego mi DESPERTAR.
Y, fíjate, te estoy hablando de hace siete años. Mi hija duró seis meses y yo continúo practicándolo en mi casa, después de haber ido a clases regularmente durante cuatro años.
Recuerdo que, al poco de iniciarme en el yoga, empecé a ver con más claridad, pero llevaba tantos años negándome a mí misma que el trabajo sería largo y duro. Necesitaba focalizar más, no era suficiente una hora y media a la semana de sanación, y además solo con una técnica. Es verdad que empecé a conectar conmigo, a dormir mejor, a tener un poco más de control y, lo más importante, descubrí que tenía un largo camino delante de mí para darle la vuelta a todo aquello que no me gustaba de mi vida.
Debía sanar esa historia que llevaba décadas bloqueando y limitando mi felicidad, el acceso a mi vida abundante.
Me considero una mujer perseverante y constante, y creo que esas cualidades son las que me han salvado en todos estos años de que mi mentalidad no me hiciese caer enferma.
He gestionado varias áreas en mi trabajo, he liderado proyectos muy enriquecedores para las mujeres con las que trabajaba y estoy realmente contenta de haber sido tan valiente aprendiendo cada día para mejorar en mi trabajo y asumiendo retos profesionales que me daban miedo. Estoy agradecida por todo lo que he tenido la oportunidad de vivir, ya que esa es mi historia y con ella he llegado al punto maravilloso en el que estoy ahora.
Lo curioso de mi historia es cómo TODO lo trasladaba al ámbito laboral: el estrés, la valentía, la gestión, la ayuda a las mujeres…Y luego yo, en mi vida interior, nada de nada. Lo soltaba todo por el mismo canal y no diversificaba ni apuntaba al verdadero dolor: mi herida de la infancia.
¿El porqué? Aquí te puedo explicar varios motivos por los que actuamos así ante tanta «locura» e incongruencia con una misma.
Por un lado, debes desquitarte de alguna manera de lo que arrastras y no ves, no afrontas, no eres consciente de que forma parte de ti. Y, como te sientes desbordada contigo misma, buscas vehículos para hacerte creer que estás bien, que tú puedes.
¿Con qué estas pudiendo?
Pues con aquello que no es tu problema real, con la máscara que has creado, y de esta manera generas un estrés, unas experiencias más recientes que se sobreponen a tu pasado, a la infancia en mi caso, y te tapas la realidad creándote un dolor más nuevo e igualmente dañino que se va sumando al alud que te puede acabar arrasando.
O sea que, por un lado, corres un tupido velo ante tu problema real, ante esa herida que estás arrastrando hace tiempo y que necesitas hacer que desaparezca de tu vida consciente. Generas una defensa para negar la evidencia de que tienes una asignatura muy pendiente: una necesidad de sanación no cubierta. Ese velo te asegura la ceguera ante tu herida, esa que está supurando y que va a acabar inundando toda tu vida. Pero la cruda realidad es que, aunque no la veas, sigue ahí.
Por consiguiente, para que parezca más verídica esa realidad ficticia de que esa herida no existe ni te domina, te es necesario crear una realidad paralela para taparla y que parezca el motivo real de tu sufrimiento e infelicidad y, en definitiva, lo conviertas en el motor de tu vida.
Una vez que has corrido ese velo y has enterrado tu realidad, cuantos más años pasen, más en el fondo de tu inconsciente se va a posicionar, y no solo eso, sino que, además, más fuerza va a tener, porque tú, inconscientemente, con esa nueva bola de nieve que has creado, estás fortaleciendo todos los límites fijos de tus heridas del pasado.
En mi caso, para tapar mi falta de autoestima y seguridad debido a mi interpretación de la separación de mis padres, creé un vehículo donde yo pudiera parecer interesante a los demás por mi estrés y dedicación a mi trabajo, ya que no me sentía suficientemente llamativa por mí misma y tenía miedo al abandono nuevamente.
Ahora que ya he entendido todo y he sido capaz de solucionar mi pasado, doy gracias a tener una capacidad tan grande de trabajo y gestión, a que esa misma inseguridad no me dejase flaquear ante mi baja autoestima escondida y me obligase a mantener esos niveles tan altos de mostrarme como alguien potente ante los demás. Es decir, que el vehículo que usé para tapar mi herida profunda fue el que me salvó de caer en otras opciones de peores consecuencias. La necesidad de crear importancia hacia mí no me dejó caer totalmente y abandonarme a mí misma.
Pero sé por profesión y vocación que muchas mujeres acaban cayendo en un hoyo profundo, son esas personas que no han dado con ese motivo de vida que encontré yo y que, aunque me hizo sufrir, fue más óptimo y benevolente que en otras muchas mujeres que se esconden literalmente del mundo y no son capaces de abordar otros temas que las mantengan a flote aun conviviendo con esa herida abierta.
Finalmente, una vez sanado mi pasado y habiendo salido de mi zona de confort con la salida de mi trabajo de catorce años como educadora social, supe claramente que mi misión era seguir ayudando a más mujeres, pero ahora desde mi verdadera esencia, con la que ya había reconectado. Siguiendo lo que me dicte el corazón, sin límites ni líneas empresariales, sin sentir que lo óptimo para mí choca con los protocolos.
Después del yoga, vino la meditación; bueno, no es exactamente así. En realidad, en mi clase semanal de yoga hacíamos una pequeña y maravillosa meditación al final de la sesión, pero, como ya te he dicho antes, no era suficiente.
Un día, cuando ya tenía mi ordenador portátil en casa —te lo explico más adelante—me compré un curso de iniciación a la meditación. Ese verano me había planteado que era el de mi transformación. Quizás no lo dije tan claro, ni era tan consciente, pero acabo siéndolo.
Un mes antes de mis vacaciones, comenté en el trabajo que me estaba planteando un cambio de rumbo—por fin—.Me insistieron para que lo pensase, me expresaron reiteradamente lo importante que era allí. Evidentemente, me hizo sentir muy bien su reconocimiento —recuerda que trabajaba como lo hacía para obtener importancia—. ¿Y qué paso? Claro, mi cerebro más primitivo y mi inconsciente se frotaron las manos, ya me volvían a tener anclada. Eva funciona así: importancia igual a no moverse y seguir haciendo lo mismo sin escucharse a sí misma, no vaya a ser que caiga en el olvido y descubran cómo soy.
Total, que quedé en pensarlo. Bueno, no me voy a engañar a estas alturas, quedé casi convencida de seguir, pero gracias a ese trabajo interior que estaba realizando, el subidón del reconocimiento duró poco y rápidamente me sentí infeliz de nuevo, viéndome más tiempo en esa mesa y sin hacer lo que me debía hacer sentir conectada con mi misión de vida.
Con todo esto, llegó el verano, y aprovecho para explicarte lo del ordenador portátil. Resulta que en mi casa, por quién sabe qué fuerza oculta, nunca tenía un ordenador a disposición para mí; de una manera u otra, siempre me quedaba con el más viejito y entonces se rompía el de alguien que lo necesitaba más que yo, y claro, lo cedía.
Hacía meses que estaba comentando que me iba a comprar un portátil solo para mí. Mi vocecita interior me lo pedía a gritos ahora que había formulado en voz alta eso que tantas veces me había pasado por la cabeza:«cambio de rumbo».Y llegó el día en que me compre mi PC, de color rojo, así no lo perdería ni nadie en mi casa se iba a confundir.
Fue abrirlo y descubrir un mundo nuevo. Veamos, no pienses que era una analfabeta tecnológica, lógicamente en mi trabajo usaba ordenador y además gestionaba las redes y web de la entidad, pero solo hacía eso, no me enfocaba en mis necesidades, en aquello que internet me estaba reservando para el día que me quitase el velo que me mantenía en la ceguera profunda, en la desconexión de mi ser.
Y aquí viene la constatación de cómo logras ver aquello que el universo entreteje y tiene a tu disposición cuando tú realmente estás conectada y viviendo desde tu esencia.
Al abrir el ordenador, empecé a descubrir un montón de profesionales que, tal como hago yo ahora, te facilitaban el trabajo de aprender, de saber, de practicar desde casa…Y con este descubrimiento amplié mis horas de meditación con un curso de iniciación. Bueno, más bien profundicé y creé un hábito en mí, ya que, como te he dicho, hasta el momento solo era un pequeño complemento de mi clase de yoga.
¿Ves cómo todo se va poniendo en línea para que lo vayas alcanzando?
Son como unos pasos en un camino, yo lo bauticé como «la zona de felicidad». A medida que vas avanzando, muy inconscientemente al inicio, la vida te pone delante opciones para que te agarres y te impulses un poco más. Debo decirte que, como en todo, la vida te va a dar más opciones y tú vas a escoger. No imagines un camino iluminado con tus paradas óptimas, marcadas con tu nombre en un neón fluorescente para que puedas avanzar a ciegas. Se trata de que, a medida que tú amplias tu capacidad de ver hacia dentro, aumentas exponencialmente la de ver hacia fuera, y de ahí se genera que tengas más opciones y, entre ellas, tú y nadie más que tú debes decidir la que no te va a desviar del objetivo. Y, ojito, porque hay trampas.
Tu inconsciente y la parte de tu cerebro centrada en tu supervivencia siguen trabajando, afortunadamente, sino, tus órganos vitales paran y te vuelves una inconsciente sin ningún límite ante peligros mortales. Pero, como todo, también van a estar haciendo su trabajo más exagerado, el de mantenerte en la zona de confort, frenar las acciones que supongan un gasto de energía superior al que venías haciendo y creer como un grupo de paranoicos que cualquier actividad nueva puede suponer un riesgo para tu vida.
En definitiva, se trata de que estés muy bien posicionada ante tu nueva vida, tu nuevo sentir, tu conexión con TU ESENCIA y ser fiel a ti misma para que la vida te corresponda de la misma manera.
La cadena de oportunidades es imparable, de ahí la usada palabra «abundancia» para referirse a este estado, a este tipo de vida. Tantas oportunidades son abundancia, y cada una tendrá otras opciones, y así sucesivamente.
¿Ahora ves la abundancia?
Cuando nombramos esta palabra, «abundancia», la mente se va al plano material: mucho dinero, mucha ropa, muchos coches caros, mucha casa…, muchas cosas materiales, las cuales no discuto que estén bien, pero para mí, ABUNDANCIA en mayúsculas es sinónimo de tener la capacidad de ver muchas opciones donde antes solo veías una o quizás ninguna y ya te ahogabas directamente en el problema.
Volviendo a las opciones y la apertura mental que experimenté a través de mi lento y maravilloso camino a la zona de felicidad, ese verano del portátil, me introduje a saco en la meditación, se me abrió más mi visión de la «realidad», y la pongo entre comillas porque realidad solo hay una en mi mente: la mía. Te lo explico mejor más adelante.
En la tranquilidad de mi casa, pude dedicar cada tarde a investigar, leer, escuchar y aprender para después implementarlo en mí y reconectar un poquito más conmigo misma. Ya estaba en el camino, pasito a pasito y sin parar.
Me olvidaba de explicarte esto de «la tranquilidad de mi casa». La vida, otra vez, me lo ponía fácil y yo vi la oportunidad. Justamente ese verano, mi hija y mi nieta lo iban a pasar fuera, lo cual para mí era triste, porque estaría tres meses sin verlas, pero supe darle la vuelta y fue la oportunidad para tener esa tranquilidad y espacio que requería para mi reconexión en ese momento de la vida en que el universo me veía preparada, con coherencia y alineada conscientemente con mi esencia y mi sabiduría interior.
No creas que todo lo que encontré en internet fue desarrollo personal y espiritual, encontré la fuerza y las herramientas, el empuje y la razón, para ver que mi proyecto era viable y que podía llegar a todas las mujeres de habla hispana que tuviesen ganas de conocerme y trabajar conmigo.
¡Qué gran descubrimiento! Porque es verdad, hay que conectar con tu esencia, pero al mismo tiempo debes trabajar y mantener a los tuyos, tu estilo de vida y, cómo no, imaginar y soñar con aquello que puede acabar siendo tu realidad sino lo abandonas y sigues en tu nuevo camino. Ahí está el truco del almendruco, alinéate, reconecta, recalcula tu vida en esa sintonía y vive de tu misión, haz aquello que más te conecte contigo misma y recoge los frutos de ser real en todas las áreas de tu vida.
¿Qué pasa cuando tu trabajo no se alinea con tu misión, con tu esencia?
Pues que eres incongruente contigo misma y no puedes vivir ese estado de abundancia que te he comentado anteriormente.
En este caso, yo tuve la suerte de estudiar una profesión que se alinea con mi misión, pero la manera de ejecutarla durante catorce años no era la óptima para que me sintiera realmente coherente, y esa falta de congruencia me generaba malestar, enfrentamientos conmigo misma y todavía me creaba más inseguridad, debilitando mi esencia y mi misión.
Como ves, siempre estamos hablando de un círculo vicioso: la interpretación de mi experiencia en la infancia es el inicio de todo, y luego le vas poniendo pegotes de estrés, de inseguridad, de baja autoestima, de máscaras, de sumisión a la sociedad, y cada una realizamos nuestro propio recorrido con sus paradas tóxicas que originan comportamientos como los que te acabo de enumerar, que te desgastan, te hacen ver la vida como un sufrimiento y te posicionan en el lado oscuro de todo sin dejarte ver que tu única interpretación de lo que consideras «real» te empuja a alejarte más y más de escuchar a tu corazón y reconectar con tu esencia.